Cuando se sabe alguna cosa es siempre por gracia de la Naturaleza
Ludwig Wittgenstein

Introducción

Delimitar la exclusividad de los campos de acción de "lo ambiental" nos lleva a la duda legítimamente sostenida respecto de similar condición en el caso de "lo social". Al igual que en el caso de "lo social", en "lo ambiental" es difícil establecer una distinción nítida de lo que atañe (1). Salazar y Pinto (1999) sostienen que desde el momento en que todo acto que involucre personas se desenvuelve en el medio de "lo social", cabe también entonces que cada una de estas acciones ocurre en un medio que puede atribuirse a "lo ambiental". Y he aquí quizá una de las principales dificultades existentes en la construcción de esta semántica: los ámbitos de "lo ambiental" juegan en tantos escenarios como su significado es entendido. Parafraseando al profesor Juan Gómez Millas en un ensayo sobre el espacio (2), se puede hacer la pregunta: ¿Qué entiende por "lo ambiental" el ecólogo, el geógrafo, el urbanista, el sociólogo, etc.? ¿Qué hay detrás de esta semántica en la que, aparentemente, vemos consensos que no necesariamente se encuentran?

En el presente documento se busca discutir de manera breve, algunas de las semánticas construidas en torno a "lo ambiental", tanto desde el punto de vista de las primeras ideas sobre lo que actualmente se conoce como materias ambientales, para tratar de entender el por qué de esta reciente preocupación.

En lo principal, se hará una breve revisión de antiguas distinciones de las relaciones naturaleza y naturaleza humana, para ver que en el argumento del reciente "boom ambiental", no hay más que una vieja conceptualización ya trabajada pero categorizada de manera distinta. Esto mismo nos servirá de base para acercarnos a entender la construcción de esta nueva semántica creada en torno al tema ambiental o ecológico, en el contexto de las sociedades de riesgo, en donde las ilusiones constituyen un elemento motor de nuestro devenir. Finalmente, se entregarán elementos para la discusión de los nuevos riesgos derivados de las autoamenazas construidas en el tema ambiental y el rol de la historia en el contexto de las elaboraciones sobre este tema y el posterior análisis de sus consecuencias.

El Ambito de lo Ambiental

De acuerdo con lo postulado por Foucault (1966), uno de los hitos relevantes que construye un nuevo espacio del saber, es la asunción a comienzos del siglo XIX de una nueva positividad referida a las relaciones entre Naturaleza y Naturaleza Humana, marcando de esta manera el umbral de nuestra modernidad (3). Marx sostiene en "La Ideología Alemana" que "Sólo conocemos una única ciencia, la ciencia de la historia. La historia sólo puede ser considerada de dos aspectos, dividiéndola en historia de la naturaleza e historia de la humanidad. Sin embargo, no hay que dividir estos dos aspectos; mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionan recíprocamente". Asimismo, sostiene en los "Manuscritos Económicos y Filosóficos" que "la esencia humana de la naturaleza no existe más que para el hombre social (...) La sociedad es, pues, la plena unidad esencial del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección, el naturalismo realizado del hombre y el realizado humanismo de la naturaleza" (4).

Tanto en los escritos de Marx como en la lectura que Foucault realiza, está el relevante hito de reconocer este vínculo indisoluble entre naturaleza y naturaleza humana, base fundamental de lo que hoy llamamos o, por lo menos conocemos como "lo ambiental". De estas concepciones y de aquellas fuertemente marcadas evidentemente por el positivismo y racionalismo, es desde donde la geografía discute los constructos teóricos y las líneas cognoscitivas que demarcan sus campos de investigación en el umbral de la modernidad. Los trabajos de Alexander von Humboldt son plena muestra de ello.

El conocimiento de las materias hoy asociadas al concepto medio ambiente, son tema de estudio de viejas líneas de investigación en geografía, muchas de las cuales se arrastran desde mediados del siglo XIX. ¿Qué ha sucedido en el devenir histórico de la geografía que, hoy en día, sus postulados epistemológicos fundacionales, que nacen con la modernidad, yacen perdidos y aun mimetizados con el nuevo y "reciente"discurso ambiental? Al revisar definiciones de medio ambiente, asimismo como los ámbitos que motivan su investigación, es posible redescubrir gran parte del discurso epistemológico y metódico de la geografía, como uno de los elementos cognoscitivos centrales en su quehacer. ¿En que subyace entonces la novedad de "lo ambiental"? No es tan difícil encontrar respuesta a esta interrogante, aunque no se trata de un fenómeno sencillo.

La "moda verde" aparecida a fines de la década del '60 con la Revolución de las Flores, trae a colación la nueva vinculación del hombre con la naturaleza, reviviendo en cierto modo aquella tradición apegada al espíritu ilustrado del siglo XIX. Esta nueva relación con la naturaleza y el rechazo a las formas de producción, consumo y otras formas asociadas al modo de producción capitalista, trajeron en un grupo de personas la inquietud y la necesidad de revisar lo referido a nuestras relaciones con el entorno. Así, el Club de Roma concluye en su informe de 1972 sobre el grave deterioro de las condiciones ambientales.

Esta conclusión, en conjunto con una serie de otras conclusiones similares en esta materia, es la que Luhmann (1986) ha señalado como autoproducida por una sociedad que es capaz de realizar esta lectura desde el sistema pero no desde el entorno mismo (5). Así, el fenómeno asociado a las preocupaciones generadas por "lo ambiental", sería el resultado de una lectura realizada por la sociedad, más que un hecho en sí constatable desde la propia naturaleza. Arnold (2000) (6) señala que este fenómeno de "autoamenaza medio ambiental" es decisivo en la elaboración de este nuevo concepto asociado al riesgo. Pero antes de entrar en esta discusión, es preciso retomar algunos aspectos de importancia. Luhmann (1986) distingue la naturaleza como el entorno ecológico que no necesariamente mantiene una comunicación directa con la sociedad; de aquí que las crisis ecológicas sean el resultado de distinciones que la sociedad consigue en el sistema pero no en el entorno; es decir, en el entorno estas crisis son inexistentes (7). Sea quizá este el camino hacia la explicación de la novedad de "lo ambiental". Tal como lo señala Robles (2000), la necesidad de distinciones de segundo orden para percibir estas crisis, es lo que ha cimentado esta autoamenaza que ha llevado al tema ambiental a un lugar hasta antes no existente. El punto es que ahora éste se ve como una autoamenaza lograda a partir de nuestras propias distinciones que lo han puesto en este sitial (8).

Así, la novedad de "lo ambiental" no está en que se trate de un tema nuevo, sino que en realidad, se trata de un nuevo problema y, sobretodo, una autoamenaza relativamente reciente. Pero en esta autoamenaza yacen también aspectos de interés que han permitido su elaboración y, por otra parte, han dado vida a nuevos elementos propios de las sociedades de riesgo y que se basan en la construcción de aquellas ilusiones que buscan aminorar estas amenazas consiguiendo, colateralmente, aquellas inseguridades que redundan en nuevas autoamenazas de diversa índole (entre ellas, la económica) y en la generación de una institucionalidad, por decir lo menos, extraña.

Los Intentos Normativos y la ilusión de SEGURIDAD

La legislación que toca temas ambientales en Chile no es reciente. Ya desde los albores de la institucionalidad, existen cuerpos legislativos que desde sus distintas vertientes, entregan ciertas preocupaciones en torno a la protección, conservación y cuidado de elementos naturales asociados posteriormente al concepto de medio ambiente (9). Pero no es sino hasta el último cuarto del siglo XX en donde comienzan a gestarse iniciativas legales que, en la mayoría de los casos naciendo desde una perspectiva sanitaria, fueron vinculadas más tarde al concepto de medio ambiente. Casos excepcionales que merezcan quizá análisis en detalle, como la Ley Nº3.133 de 1916, que prohíbe el vertimiento de basuras y desechos a los ríos y cauces de aguas, no lo vamos a incluir en estas disquisiciones por el mismo motivo señalado.

Lo interesante es que, a partir de estas iniciativas entre las que destacan el Código Sanitario de 1967 y una serie de decretos alusivos a temas sobre seguridad, aguas, pesca, bosques, calidad del aire, etc., se comienza a gestar de manera incipiente la elaboración de sistemas normativos que a la larga, han ido generando nuevas amenazas derivadas de estos intentos protectores o rectores.

De hecho, una señal de los intentos normativos que han tendido a la siembra de estas ilusiones de seguridad, subyace por ejemplo en el mismo Código Sanitario del año 1967, en donde en sus artículos 89, 90 y 91, hace alusión a las condiciones en que se deberán depositar los desechos sólidos urbanos, señalando que un reglamento definirá tales condiciones. Este reglamento aludido desde el año 1967, se encuentra aun hoy en discusión técnica en organismos competentes en dichas materias (CONAMA y el MINSAL fundamentalmente). He aquí uno de los aspectos de esta ilusión. Gran parte de los problemas detectados en materia de manejo de residuos sólidos, fundamentan su ocurrencia en este tipo de falencias, con lo que la nueva componente ahora es la definición de estas condiciones técnicas para el manejo adecuado de residuos, es decir, se introducen nuevas complejidades. Hay una fe puesta en que gran parte de las posibilidades, pasan por este tipo de soluciones de carácter normativo.

No en vano ocurre lo que ha sucedido con el Plan de Descontaminación de la Región Metropolitana, en donde los objetivos, metas y tareas, son definidos a partir de este plan que gran parte de sus acciones son definidas a partir de aspectos normativos, entre los cuales destacan sin duda, aquellos referidos a los permisos de emisión transables y los mecanismos de compensación de emisiones, que permiten realizar una suerte de trueques que legitiman el derecho a contaminar. Resulta curioso por ejemplo, que se pueda permitir la instalación de una industria que emita sustancias contaminantes a la atmósfera si ésta se compromete a retirar de circulación una cantidad de taxis equivalentes a las emisiones que generará. La ilusión de la seguridad está a la vista, pero no sus efectos colaterales. Por lo menos por ahora.

La "Ingeniería Ambiental"

Sin duda que la ingeniería constituye uno de los sistemas expertos de mayor fuerza en la actualidad. Su fuerza radica en la "objetividad" de sus intervenciones y resultados, intentando siempre demostrar que es capaz de actuar imparcialmente ante la realidad que se sitúa fuera de nosotros y que hay que descubrir. Argumentos de peso siempre esgrimidos por la racionalidad ingenieril, se fundan en sentencias como la de no emitir juicios de valor frente a determinadas condiciones, para lo cual sus fundamentos subyacen en sistemas axiológicos definidos por las ciencias básicas. Por ello siempre está en la mente racional de la ciencia de la ingeniería el criterio fundado en el algoritmo. El algoritmo es en cierta medida, la liturgia que sacraliza la posterior palabra existente en torno al tema. Ello lo transforma todo en verdad. Verdades a veces incuestionables, dado que los números son los que hablan por sí solos. Por cierto que esto es lo que sucede en la ingeniería tradicional.

En tal sentido es interesante analizar el contexto en que se da y se sitúa la Ingeniería Ambiental. Ésta, como otra de las tantas ramas de la ingeniería (como la mecánica, química, industrial, eléctrica, etc.), tiene su disciplina que sin lugar a dudas cumple con el rigor científico que las ciencias exactas requieren. Esto no se pone en duda, pero sí surge una pregunta fundamental: ¿qué es para la ingeniería ambiental "lo ambiental"?

Quizá en rigor epistemológico, lo que se conoce actualmente como ingeniería ambiental no es más que un cúmulo de experiencias tecnológicas abocadas al desarrollo de sistemas y soluciones técnicas con miras a la mejoría de las condiciones de calidad del medio. Desde esta perspectiva, lo necesario entonces radica en la definición de aquellas condiciones de calidad del medio, sobre la base de aspectos normativos en tal sentido. Aparece aquí nuestra primera dificultad conceptual. ¿Cómo nos acercamos a la definición de las condiciones de calidad ambiental?. La investigación tendiente a la definición de los "niveles máximos permisibles", que son la base de las llamadas "normas primarias de calidad ambiental", buscan la definición de aquellos umbrales desde donde la salud de las personas comienza a sufrir trastornos diversos. De aquí que a partir de mediciones y análisis, se desarrollen indicadores de esta calidad sobre la base de parámetros objetivos. Y es aquí donde nace la ilusión. Aquella ilusión de seguridad que nos mantiene tensamente tranquilos cada vez que nos acercamos o nos encontramos a menos de dos puntos de alcanzar por ejemplo, el nivel crítico del indicador ICA e ICAP, que mide la calidad del aire en el Gran Santiago. O bien, cuando los análisis de calidad de las aguas de lugares expresamente contaminados, como los puertos, ríos o canales, indican que éstas cumplen con requisitos determinados fijados por las normas, diferenciando para ello, distintos tipos de uso que de éstas se pueda realizar según la carga de contaminantes.

Cada vez que nos encontremos en valores cercanos a las cifras críticas, no estaremos en crisis, sólo por el hecho de que nuestros sistemas expertos así lo señalan objetivamente. Se podrá estar un punto bajo el umbral crítico y no estaremos en crisis. Y eso puede dejarnos quizá tensamente tranquilos. Es la situación que se vive cada invierno en nuestro malogrado Santiago. Pero sea quizá la hipocresía necesaria para vivir un poco más tranquilos en este lugar que, de una u otra forma, requiere convertirse en un lugar más amigable y vivible. Sea ésta quizá la semántica necesaria de construir por el costo social que con ello debemos pagar. Mientras tanto, los sistemas expertos hablan por sí solos.

Es aquí quizá donde la ingeniería ambiental encuentra su nicho epistemológico y conceptual; a partir de estos constructos es como puede ella operar, convirtiéndose estas normas o niveles máximos permisibles, en una suerte de axioma elemental para su normal (10) desempeño. Desde aquí, lo que la ingeniería ambiental realiza se ajusta a los objetivos de sus necesidades con un marco que parte desde esta base. En cierto modo, surge aquí el viejo conflicto de nuestra exigua modernidad en que "doxa" y "episteme" no logran encontrar un camino a lo menos similar para el desarrollo de una ciencia que se ajuste a las exigencias de nuestro tiempo. O quizá sí. En realidad, es probable que sí haya encontrado en esto el camino idóneo para el constructo de aquel dominio de realidad que necesitamos. Aquí se manifiesta una de las principales dudas de esta discusión, que encuentra en la autoamenaza una de sus explicaciones. No es sino en las sociedades de riesgo donde estos constructos encuentran entornos favorables para su generación.

El Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental en Chile

El Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) en Chile se crea en 1994 con la promulgación de la Ley Nº 19.300 de Bases del Medio Ambiente. Sin embargo, no es hasta 1997 que éste entra en real operación con la puesta en vigencia de su Reglamento (11). Desde entonces, un sinnúmero de proyectos de inversión ha ingresado a este sistema, como un requisito previo a su autorización de parte de las distintas instancias sectoriales encargadas de documentar y permitir la puesta en marcha de variados proyectos o actividades. Los proyectos y actividades enunciados en el artículo 10 de la ley y 3 del reglamento (que se encuentran debidamente tipificados) deben ingresar a este sistema para ser evaluados ambientalmente de acuerdo con el impacto que causen en el medio. Para ello, la Comisión Nacional del Medio Ambiente (CONAMA), organismo encargado de administrar este sistema, realizará las coordinaciones con las distintas instancias sectoriales con competencia en los temas tratados, para emitir las opiniones técnicas en torno a los proyectos o actividades evaluados.

El nacimiento de este sistema, implica la necesidad de realizar estudios de impacto ambiental, pagados por los propios titulares de los proyectos, para lo cual se contratan los servicios de expertos en estos temas. Con ello, ya son tres al menos las instancias involucradas en los proyectos: el inversionista o titular, las firmas consultoras contratadas como expertos para realizar los estudios, y las instituciones encargadas de revisar, encabezadas por CONAMA. En este devenir se generan instancias administrativas que hacen del proceso en sí una disciplina. No en vano, uno de los aspectos que involucra el concepto tradicional de la gestión ambiental se orienta a la realización del trámite que se asocia a este sistema.

Como sistema, por cierto que constituye en sí un fin más que un medio. Su estructura operativa lo convierte en una burocracia que ha permitido devolver un rol perdido o por lo menos desconocido a ciertos sectores del aparato público. Por manos de funcionarios, pasan ahora sendos proyectos de inversión, que permiten jugar roles protagónicos en una sociedad falta de protagonistas. Y en el SEIA todos son en cierto modo protagonistas. Incluso la postergada ciudadanía en este estructura está contemplada para que puedan efectuar consultas a los estudios (estudios que requieren de 6 y hasta más de 12 meses para su elaboración, pueden ser revisados y consultados por la ciudadanía para efectuar consultas y observaciones en períodos máximos de 60 días). Cualquiera que viera la existencia de este escenario legislativo, podría pensar con cierto fundamento que la cosa va bien.

Sin embargo, una vez más éste corresponde sólo a otro de los escenarios de esta ilusión de la seguridad que los sistemas expertos nos presentan. ¿Por qué? Sencillo. El principal aspecto de la concepción de la institucionalidad ambiental en Chile pasa por su estructura. Su dependencia del Ministerio Secretaría General de la Presidencia, permite que las decisiones ambientales sean, en última instancia, decisión del Presidente de la República. Es decir, que las instancias técnicas sólo aportan antecedentes pero no las decisiones. Ésta es definitivamente una instancia política. Y hay dichos que sustentan esta situación. Cuando el Ministro de Hacienda señala que hay lujos que el país no puede darse entre los que señala los referidos al medio ambiente, la cosa queda medianamente clara.

Pero el punto pasa a mi entender por un aspecto cultural. La relación histórica de nuestra idiosincrasia con la naturaleza, dista mucho de un entendimiento desde la modernidad. En sí, al revisar los preceptos señalados por Foucault, es posible ver la distancia que hay en el entendimiento de esta relación en nuestro medio. Por lo general, nuestra relación con las temáticas alusivas con el medio ambiente viene desde el extranjero. De hecho, los vínculos racionales con la naturaleza llegan a Chile con los grandes naturalistas de la ilustración: Claudio Gay, Charles Darwin, Bernardo Philipi, Federico Albert, por mencionar algunos. Ellos fueron los máximos exponentes de lo que Foucault llamó la "Historia Natural". Es a partir de estos personajes desde donde emana esta conciencia ambiental, la cual se funda básicamente en la apreciación de la naturaleza centrada en la belleza de ésta. En el caso de Federico Albert es en donde vale la pena mencionar su notable influencia en la generación de iniciativas tendientes a la protección de los recursos naturales (Ley de Caza de 1929, Ley de Bosques de 1931).

Aun cuando en el año 1968, con la fundación del CODEFF (entonces Comité de Defensa de la Fauna y Flora) hay una aparición de lo que podríamos llamar conciencia ambiental, no es sino hasta 1994 cuando ésta se retoma a partir de la promulgación de la Ley Nº19.300 de Bases del Medio Ambiente. Si bien antes hubo numerosos cuerpos legislativos alusivos a temáticas ambientales, éstas siempre tuvieron más bien características sanitarias y en otros casos la concepción de cuidar para "reservar". Pero hay aquí también un aspecto cimentado en la ilusión. La creación de la institucionalidad ambiental en Chile, responde más bien a fines funcionales que a objetivos nacidos desde nuestra preocupación, e incluso, esta "autoamenaza", es en cierto modo resultado de exigencias externas. De no existir los mercados globalizados y los tratados de comercio entre Chile y países como Canadá y la Unión Europea, probablemente no tendríamos institucionalidad ambiental. Y por cierto que esta institucionalidad no es más que una entelequia necesaria para sustentar aquella autoamenaza exportada, como exportamos también en su momento, nuestros acercamientos al medio natural.

Quiero decir aquí que estas construcciones y visualizaciones de los riesgos, parecen no poder prescindir de estructuras funcionales que legitiman y dan vida propia al resultado de aquellas semánticas. Con ella a su vez, y tal como lo señala Robles (2000), surgen nuevas amenazas basadas en diversos escenarios, como el económico y el social por señalar algunos.

Las Nuevas Autoamenazas Derivadas y la Mirada Histórica Necesaria en las Sociedades de Riesgo

El escenario económico se ve afectado hoy en día por las llamadas "trabas" ambientales a las que frecuentemente aluden los inversionistas y empresarios. La creación del SEIA ha derivado en lo que llamamos esta nueva institucionalidad con vida propia, generando una serie de nuevas relaciones y distintos eslabones asociados a esta nueva realidad. Cada vez que se alude el tema, el propósito (por noble que este sea) es el de hacer viable ambientalmente los proyectos, fundándose ello en los referentes normativos que aquí hemos llamado ilusión. Así, esta sensación de seguridad que se compromete en este nuevo esquema de relaciones, permite generar en la sociedad esta sensación de que las cosas van mejor porque existen estos sistemas expertos encargados de que las cosas así sean. Sólo que en esta práctica, los costos económicos directos ya no son los mismos y eso causa entre aquellos que buscan invertir, un verdadero pánico asociado a "lo ambiental". Está latente esta nueva amenaza derivada de la autoamenaza ambiental.

Pero aparte de la autoamenaza económica derivada de la autoamenaza ambiental, está la autoamenaza fundada en la acción social. Esto es, la generación de aquellos movimientos que, en ocasiones, con pánico también reaccionan ante las terribles amenazas de los distintos proyectos de inversión. La cabida dada a la acción de la ciudadanía en el SEIA a partir del proceso de participación ciudadana, crea en la sociedad civil un camino de participación inédito en la historia legislativa y la acción civil. Aun cuando el SEIA ha creado este canal con un mínimo de posibilidades legales de intervención, éste ha significado la vía más eficaz de la comunidad para canalizar una serie de demandas asociadas pocas veces a temáticas ambientales, pero sí de manera insistente y sistemática a la canalización de demandas sociales.

De este modo, a partir de aquella autoamenaza inicial asociada a "lo ambiental", surgen los escenarios derivados que desembocan en las nuevas autoamenazas sociales y económicas. Hay nuevos caminos que comienzan a recorrerse en torno a estas derivaciones que, en términos históricos, implican un potencial de análisis muy rico. Aun más, hay un aspecto que aun cuando no se vincula con el concepto clásico de la historia natural a la que alude Foucault, sí radica en el análisis histórico de aquellas instancias que desde las acciones asociadas a la naturaleza, al espacio, al ámbito de "lo ambiental", fundan un nuevo aspecto necesario de incorporar en la investigación ligada a las humanidades: la Historia Ecológica o la historia de los procesos derivados de la acción social sobre la naturaleza, en donde el entendimiento de las semánticas asociadas a las sociedades de riesgo, permiten la elaboración de lecturas quizá antes no consideradas y de un interesante aporte a aquellos aspectos que trabajan con estas dimensiones tan frágiles de la hermenéutica que conllevan.

Lo interesante es que de estas lecturas, de estas autodescripciones de la sociedad, queden los elementos que construyen estas dimensiones de la realidad que, necesariamente, van incidiendo a veces de manera decisiva en las nuevas semánticas que de ello resultan. La Historia Ecológica tiene la oportunidad de que esta retrospectiva permita interpretar lo que demanda este presente.

Hay en los efectos nocivos percibidos de la acción del hombre sobre la naturaleza, una desvinculación entre aquellas concepciones modernas que veían en este vínculo, el camino necesario para avanzar hacia una superación. Hay acciones sociales que han ido aumentando la brecha entre aquello que se mueve en el medio natural con aquello que se mueve en el medio de la naturaleza humana. Esta desvinculación ha generado las interpretaciones que vemos desde los sistemas y no desde el entorno. Eso es un precedente necesario en las lecturas que la Historia Ecológica requiere hacer.

Epílogo

Se ha visto que el ámbito de "lo ambiental" no es reciente ni mucho menos novedoso. Lo novedoso está en la autoamenaza que si es reciente, que ha dado por lo tanto al tema ambiental, este status especial de tema de rigor en nuestra actualidad, en nuestra no bien entendida modernidad. Esta modernidad nuestra que parece confundir los medios con los fines. Esta modernidad que convierte al método en el centro de la investigación por sobre los resultados o fines que éstas en principio buscan. ¿Qué sucede con nuestra episteme?

Es preciso que aquellas construcciones basadas en la ilusión de la seguridad de las normativas, sean leídas como tales, de modo que las futuras lecturas, tengan en cuenta los criterios que jugaron a favor o en contra de determinadas condiciones.

Particularmente interesante es la consideración de estos aspectos en la disciplina de la Historia Ecológica, que debiera ser capaz de analizar aquellas implicancias que actuaron de manera fundamental en la toma de decisiones que hoy en día se llevan a cabo, como así también aquellas que en el pasado reciente han marcado el devenir de las condiciones del medio, de modo de permitir lecturas adecuadas respecto de las modificaciones del medio ambiente, esto es, que sean capaces de ver las modificaciones del entorno como así también las variaciones de las interpretaciones que de ella se hacen desde los sistemas.

No me cabe duda que en cuanto al tema ambiental, inconscientemente hemos ido adscribiendo los preceptos teóricos del anarquismo filosófico para fundamentar el accionar ambiental. Kropotkin (12) sostiene que la libertad del hombre se logra toda vez que éste se encuentra en armonía con su medio natural. Es así como se fundamenta la importancia de las ciencias y el estudio científico del medio natural para que el hombre se desenvuelva de manera armónica en este medio. Los desajustes ambientales son los que a la larga sustentan los desequilibrios sociales, producto de la inexistencia de esta armonía entre medio natural y medio humano (orden natural y orden humano).

La historia y las reflexiones que motiva, permiten ver una gran gama de procesos que determinan conductas de diversa índole, cuyos efectos sociales y políticos por lo general, han de constituir gran parte de los estudios que abarca la historiografía.

De un tiempo a esta parte, los problemas ambientales percibidos han motivado una serie de estudios de diversas disciplinas, por lo general ligadas a las ciencias exactas, biológicas, agrarias, forestales y territoriales, los cuales apuntan a la investigación para la solución de problemas mediatos e inmediatos asociados al tema.

La visión de las humanidades y las ciencias sociales en tanto, no ha estado presente del todo en las discusiones necesarias para el entendimiento de los diversos y complejos procesos asociados a los cambios en la dinámica del paisaje y el medio ambiente, en circunstancias que gran parte de las actuales condiciones ambientales, están o han sido condicionadas por procesos ligados y estrechamente vinculados a las humanidades, las conductas sociales y, en síntesis, muy relacionados a procesos históricos cruciales en la materia.

El desarrollo urbano y sus tendencias, el desarrollo agrícola y forestal, el crecimiento demográfico, el desarrollo de la infraestructura, el abastecimiento de servicios, la explotación de los recursos naturales renovables y no renovables en general, etc., no son meras casualidades ni hechos aislados o sin dimensión en el tiempo. Por el contrario, las tendencias o estilos de desarrollo a través del tiempo, han de ser hitos determinantes en las condiciones actuales del paisaje y del medio ambiente, y por cierto también de la forma como éstos se leen.

Decisiones ligadas a la cultura, la economía, la política y otras, pueden llegar a desencadenar efectos en el medio ambiente que la historia, con sus métodos, herramientas y criterios, puede dar cuenta de su evolución y resultados, pudiendo de esta forma convertirse en un instrumento de análisis y sobretodo de reflexión en torno a los problemas actuales, con miras a prever situaciones futuras que permitan nuevos espacios reflexivos en torno a decisiones de una determinada coyuntura.

Referencias Bibliográficas

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Beck, Ulrich. "¿Qué es la Globalización? Falacias del Globalismo, Respuestas a la Globalización". Editorial PAIDÓS. s/r. pp. 141 - 144.

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Kropotkin, Piotr. "Lo Que La Geografía Debe Ser". En Gómez, Josefina; Muñoz, Julio; Ortega, Nicolás. "El Pensamiento Geográfico. Estudio Interpretativo y Antología de Textos". Alianza Editorial, 1994.

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Salazar, Gabriel; Pinto, Julio. "Historia Contemporánea de Chile II. Actores, Identidad y Movimiento". LOM Ediciones, Serie Historia. 1999.

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Wittgenstein, Ludwig "Sobre La Certeza". Editorial GEDISA. 1997.

Notas

1)Salazar, Gabriel; Pinto, Julio. "Historia Contemporánea de Chile II. Actores, Identidad y Movimiento". LOM Ediciones, Serie Historia. Santiago de Chile, 1999.

2) Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas. "El Espacio en las Ciencias". Serie Los Problemas Fundamentales del Hombre. Editorial Universitaria, 1982. Introducción de Juan Gómez Millas

3) Foucault, Michel. "Las Palabras y las Cosas. Una Arqueología de las Ciencias Humanas". Editorial Siglo XXI, 1978.

4) Vitale, Luis. "La Relación Sociedad - Naturaleza y la Historia del Deterioro Ambiental Latinoamericano". En "Interpretación Marxista de la Historia de Chile". Capítulo V. s/r. pp. 133 - 154.

5) Robles, Fernando. "El Desaliento Inesperado de la Modernidad. Molestias, Irritaciones y Frutos Amargos de la Sociedad del Riesgo". RIL Editores, 2000. pp. 22-23

6) Arnold, Marcelo. "La Autoproducción de la Amenaza Ambiental". Documento electrónico publicado en el sitio web del Diplomado en Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. 2000.

7) Robles, Fernando. Op. cit. pp. 22 - 23.

8) Ibid.

9) Ver Asenjo, Rafael. "Repertorio de la Legislación Ambiental Chilena". Comisión Nacional del Medio Ambiente. 1994.

10) Normal en el sentido de "ciencia normal" dado por Thomas Kuhn en "La Estructura de las Revoluciones Científicas". Breviarios. Fondo de Cultura Económica. 1996. pp. 33 - 67.

11) DS Nº 30 de 1997 del Ministerio Secretaría General de la Presidencia.

12) Kropotkin, Piotr. "Lo Que La Geografía Debe Ser". En Gómez, Josefina; Muñoz, Julio; Ortega, Nicolás. "El Pensamiento Geográfico. Estudio Interpretativo y Antología de Textos". Alianza Editorial, 1994.