Introducción

 

Este texto no pretende resumir la discusión sostenida por Elena Es­posito y David Stark en la presente edición. Su objetivo, en cambio, es ayudar a los lectores no necesariamente familiarizados con los desarrollos recientes en la sociología económica, haciendo visible el marco subdisci­plinario en el cual se ubica dicha discusión. Una introducción acabada de la reciente sociología de los mercados va también más allá del alcance de este ensayo (cf. McFall & Ossandón en prensa). Este breve texto es más bien algo así como un artículo sin un cuerpo principal, compuesto solo de notas a pie de página que señalan hacia literatura adicional y a preguntas especulativas que quedarán sin responder.

 

Nota 1. La Nueva Sociología Económica y las finanzas

 

En su muy influyente artículo "Economic Action and Social Structu­re", Mark Granovetter (1985) cuestionó el punto de partida infra-socializado de las aproximaciones científicas anteriores a los mercados. En lugar de la situación básica asumida por la economía neoclásica, donde los proveedores y los consumidores son retratados como actores aislados que se encuentran unos con otros motivados por su respectivo interés por vender y comprar determinados bienes, la sociología económica debería partir desde una premisa social más realista. Toda acción económica está ‘incrustada' [embedded] en contextos particulares de relaciones sociales y aquellas relaciones, o redes, deberían ser objeto de estudio sociológico (Swedberg & Granovetter 2001). A diferencia de la antropología económi­ca sustantivista iniciada por Karl Polanyi (1992), donde se distinguía cla­ramente entre situaciones económicas socialmente incrustadas y desin­crustadas, Granovetter siguió una estrategia de desdiferenciación. Tal en­foque, sin embargo, no podía decir mucho sobre aquello que hace diferen­tes a los mercados. Este problema fue confrontado por Harrison White (1981, 2002).

En opinión de White, lo que hace a los mercados una formación so­cial particular, no es que sus participantes están socialmente incrustados (más bien esto los hace similares a cualquier otra formación social), sino que surgen de un proceso de desacople. Como Weber (Gane 2012) y Simmel (2008) señalaron mucho antes, los mercados se caracterizan por ser situaciones sociales competitivas y la competencia, agrega White, es un sofisticado proceso sociocultural. En su particular lenguaje conceptual, los mercados son "interfaces" (White 2008), formaciones sociales que emergen de redes de agentes comparándose mutuamente. Los agentes económicos hacen frente a la incertidumbre respecto a los resultados de su propia acción observando lo que otros hacen en una posición equiva­lente. En los mercados, las relaciones sociales directas son sustituidas (o complementadas) por la comparación respecto de aquellos con quienes solo compartimos un punto de referencia (por ejemplo potenciales clien­tes) en común. Y, tal como los "economistas de las convenciones" (Fave­reau et al. 2002) han mostrado consistentemente, la comparabilidad no está dada, sino que es fruto de un costoso proceso y puede ser encontrada en muchas variedades. Hay mercados donde la comparación es cuantitati­va, como en el mercado del cobre, mercados de bienes únicos donde la comparación es cualitativa pero muchas veces a escala global, como en el arte o la moda, y otros más bien domésticos, como en la venta de queso rural, donde la comparación es situacional y local (Karpik 2010, White 2005).

Las ideas de la ‘nueva sociología económica' han mostrado ser muy influyentes en el estudio de los mercados financieros. Baste mencionar, por ejemplo, el trabajo de Baker (1984) acerca del impacto del tamaño de las redes sociales en la volatilidad del mercado de opciones, de Uzzi (1999) sobre la relación entre incrustación social y las tasas de interés en los préstamos para empresas, de Podolny (2001) respecto de la incerti­dumbre, la señalización, el capital social y los agujeros estructurales en el capital de riesgo y a Guseva y Rona-Tas (2001) sobre las relaciones socia­les y los préstamos con tarjetas de crédito en Rusia. Sin embargo, el más reciente desarrollo de un sub-campo cohesivo de la sociología de las fi­nanzas (Knorr-Cetina & Preda 2012), o de los ‘estudios de las finanzas' (como se denomina a este campo cuando se busca enfatizar su carácter multidisciplinario), se ha sustentado en innovaciones metodológicas y conceptuales que se han alejado considerablemente de la comprensión sociológica previa de los mercados.

 

Nota 2. Interacción mediada y performatividad en los Estudios de las Finanzas

 

En línea con el estilo de investigación de los ‘estudios sociales de la ciencia', desde donde provienen varias de las principales figuras de los es­tudios de las finanzas -como Karin  Knorr-Cetina, Donald MacKenzie y Michel Callon-, la sociología de las finanzas ha adoptado un enfoque et­nográfico y descriptivo. Por lo tanto, en lugar de deducir matemáticamen­te los mercados a partir de estadísticas existentes, como ha hecho White, o de buscar variables explicativas para ponerlas a prueba, como en la mayor parte de la ‘nueva sociología económica', se ha prestado mucho más aten­ción a las maneras en que empíricamente los agentes económicos interac­túan y a los instrumentos que emplean en dicha interacción.

Como mostraron  Knorr-Cetina y Bruegger (2002) en su influyente trabajo acerca del intercambio de divisas, la interacción en el mercado de finanzas no sucede cara-a-cara, sino cara-a-pantalla. Los traders no solo observan a sus pares, por ejemplo a otros traders de un fondo mutuo o banco de inversión diferente, sino que su observación es tecnológicamen­te mediada. Las tecnologías de la información -al igual que las redes so­ciales estudiadas por Podonly (2001)- no son solamente tuberías por la cuales fluye información pre-formada, sino que son dispositivos escópicos que permiten el desarrollo de intercambios de mercados altamente refle­xivos ( Knorr-Cetina 2007). Pero no solo este tipo de interacción entre tra­ders se encuentra socio-técnicamente mediada, lo mismo puede decirse de la relación entre los actores financieros y los particulares bienes con los que normalmente tratan. Los agentes financieros están equipados con "dispositivos de mercado" (Callon et al. 2007) -tales como algoritmos, formulas, software o calificaciones crediticias- y estos dispositivos no solo ayudan a dar sentido a los sofisticados productos financieros, sino que también son cruciales para su desarrollo y valoración. En consecuencia, se ha realizado una cantidad considerable de investigación sobre el rol juga­do por estos instrumentos en la constitución y organización práctica de los mercados de acciones, derivados, obligaciones de deuda garantizada y de comercio automatizado de alta frecuencia (Muniesa 2007, MacKenzie 2011, MacKenzie & Millo 2003, MacKenzie et al. 2012, Poon 2009).

El énfasis en los ‘dispositivos de mercado' ha generado consecuen­cias que han repercutido bastante más allá del alcance, más bien especiali­zado, de la sociología de las finanzas (cf. Ariztía 2012). Los dispositivos de mercado, por ejemplo el modelo Black-Scholes para valorar derivados, es­tudiado por MacKenzie (2006), no son solo instrumentos utilizados por los profesionales y expertos de los mercados financieros, sino que también son el resultado de la producción de conocimiento económico académico. En este contexto, los términos de la relación entre el conocimiento socio­lógico y económico han sido rescritos. Si la ciencia económica se convierte en un elemento central en la producción práctica de los mercados finan­cieros, no puede ser impugnada solamente a causa de sus supuestos rela­tivamente poco realistas. En palabras de Michel Callon (1998, 2007), el conocimiento económico no es descriptivo sino performativo, o aún más provocativamente, "la economía está incrustada en la ciencia económica". Por consiguiente, en la ‘nueva-nueva sociología de los mercados' (McFall & Ossandón en prensa), los economistas y la ciencia económica han pa­sado de ser la principal contraparte epistemológica de la sociología eco­nómica, a objetos de investigación y análisis a seguir y estudiar empírica­mente para entender la producción práctica de los mercados.

 

Nota 3. Redes de observaciones

 

En publicaciones recientes, Elena Esposito ha mostrado su entu­siasmo por la tesis de la performatividad de los mercados financieros (Es­posito 2013). Sin embargo, ha señalado que afirmaciones no muy diferen­tes pueden ser encontradas en el trabajo de Keynes, con su analogía entre las finanzas y el concurso de belleza, y también en conceptos como ‘riesgo moral' y ‘selección adversa', utilizados en la economía de la información para designar situaciones en las cuales el conocimiento actual transforma los mercados futuros. Por otro lado, dichas nociones, sostiene Esposito, referirían a un fenómeno más general. La economía constituye un modo de observación entre otros -y por tanto es performativa- de los mercados financieros. Así, sería hora de buscar una teoría de la "circularidad de los mercados" (cf. Neiburg 2008) más abstracta que incluya no solo las des­cripciones tecno-científicas convertidas en dispositivos de mercado, como aquellas estudiadas por la reciente sociología de las finanzas, sino también las observaciones recíprocas teorizadas por White y los problemas señala­dos por aquellos economistas conscientes del rol problemático de las ex­pectativas sociales. Como era de esperar, considerando la trayectoria ante­rior de Esposito, ella encuentra un punto de partida sólido en conceptos desarrollados por el teórico de sistemas sociales Niklas Luhmann (Esposi­to 2011).

En la teoría de Luhmann (2013), la economía es un sistema autorre­ferencial de comunicaciones. El derecho de propiedad se separa del inter­cambio de los objetos económicos y el dinero se fundamenta en promesas de pagos futuros. La economía se basa en expectativas y en expectativas de expectativas, y los mercados son entendidos como redes recursivas de observaciones. Pero no se trata solamente de que la actividad económica sea continuamente observada desde múltiples perspectivas (como por la prensa de negocios o la ciencia económica), sino que la propia operación de la economía, en particular mediante los precios, se constituye de redes recursivas de observaciones. Todo esto se radicaliza en las finanzas, donde el riesgo no es solo un modo de observar diferentes actividades económi­cas, sino que es un objeto de comercio en sí mismo y donde mecanismos como las clasificaciones crediticias no solo son usados para evaluar bienes existentes, sino que también son reintroducidos como hitos en posteriores dinámicas especulativas (Esposito 2014).

Esposito ha hecho un llamado por una sociología de los mercados que parta de la existencia de redes de observaciones. ¿Pero a qué se pare­cería una sociología empírica de las finanzas que introduzca estas obser­vaciones? Bueno, esto es lo que David Stark hace en su reciente trabajo con Mateo Prato (manuscrito). Dicho trabajo continúa, pero a una escala diferente, la investigación realizada anteriormente por Stark y Beunza (2008) sobre el arbitraje y los analistas financieros. En lugar de reconstruir la perspectiva de los agentes financieros situados entre múltiples modos de valorar bienes, Stark y Prato reconstruyen cuantitativamente las redes de los analistas. Pero allí, a diferencia de las redes de la ‘nueva sociología económica', red no significa el contexto social en el que los analistas se encuentran, sino redes heterogéneas bimodales constituidas por analistas vinculados mediantes sus objetos de atención compartidos. De este modo, a diferencia de trabajos sociológicos anteriores sobre analistas financieros (Zuckerman 1999) donde se ha destacado el impacto de categorías pre­existentes en las evaluaciones, Stark y Prato estudian cómo las evaluacio­nes de los analistas varían según el conjunto de valores o bienes que están observando y los lazos reflexivos de observación recíproca con aquellos otros analistas que evalúan una cartera similar.

 

Tres preguntas especulativas

 

Como señala Stark (2014) en su respuesta a Esposito, ellos no hacen más que iniciar una conversación. Pero su ambición no es menor. Propo­nen a la ‘observación' como un puente entre tres enfoques sociológicos de los mercados financieros hasta ahora relativamente distantes. Esta visión multifocal no puede ser sino creativa y, como tal, abre también nuevas dudas. A modo de conclusión, quisiera terminar con tres preguntas espe­culativas.

Los tres diferentes enfoques sobre los mercados financieros aquí re­lacionados corresponden a tres modos diferentes de producción y valora­ción del conocimiento científico social. El análisis de redes sociales es ge­neralmente cuantitativo y explicativo. La sociología de las finanzas inspi­rada por los estudios de la ciencia y la tecnología tiende a ser descriptiva y conceptualmente flexible, y el peso de la teoría de sistemas sociales tiende a estar puesto en la coherencia y consistencia de la arquitectura concep­tual. El trabajo de Esposito se basa en esta última tradición, mientras que Stark y Prato en los principios del primer enfoque. La pregunta es si la conversación iniciada aquí espera combinar también estos diferentes esti­los sociológicos (cf. Farías & Ossandón 2011, White et al. 2011) o, usando el lenguaje de los trabajos anteriores de Stark (Vedres & Stark 2010) ¿abre esta conversación un pacífico agujero estructural o se trata más bien de un disruptivo, pero innovador, ‘pliegue' entre las diferentes aproximaciones sociológicas a las finanzas?

En los términos de Luhmann (2000), observar implica distinguir y con ello hacer una distinción entre un lado marcado y un lado no marca­do. En el debate que aquí se reproduce, la ‘observación' corresponde al la­do indicado, lo que no parece tan mala idea. La noción de observación es lo suficientemente abstracta para conectar la tesis de la performatividad con el pensamiento económico reciente y puede ser usada en un análisis de redes sociales. Asimismo, y sin mucho esfuerzo, podría relacionarse con los mecanismos escópicos de Knorr-Cetina y con las interfaces de White. ¿Pero qué queda entonces como no marcado? ¿Hay otras nociones que podrían hacer lo mismo? ¿Cuáles serían las consecuencias para la so­ciología de las finanzas, si en vez de ‘observación' el concepto elegido fue­ra ‘mediación' (en el sentido de comunicación, brokerage y traducción, presentes en las tres escuelas sociológicas acá mencionadas) o tal vez ‘afecto' en el sentido dado por Spinoza y de creciente influencia en la teo­ría cultural reciente (McKim 2012)?

En la teoría de sistemas de segundo orden, no es solo que A observa a B y B observa A, sino que esta operación es recursiva condensándose en nuevos puntos de referencia que se convierten en objetos estables para observaciones adicionales (Luhmann 2000). Esto es lo que Varela (Varela et al 1999) llama "enacción" y Von Foerster "valores propios". Muniesa y Callon han usado la palabra "performación" (Muniesa & Callon 2009) y Serres (1982) "cuasi objetos y sujetos" para recalcar procesos similares. En la teoría de White, las identidades (individuos, firmas, mercados, etc.) no son preexistentes, sino que se forman en la búsqueda de control. Stark y Prato han seguido un enfoque relacional para la valoración. Sin embargo, ¿hay espacio en sus métodos para esta tipo de recursividad ontológica? Por ejemplo: ¿qué sucede cuando un determinado conjunto de valores es agrupado en una nueva categoría, cuando algunos analistas comienzan a ser identificados como un grupo, o cuando una clasificación crediticia par­ticular se convierte en un dispositivo inevitable de evaluación? Por su­puesto, entiendo que todo esto puede ser introducido como ‘variables de control', pero la pregunta es si podríamos pensar en un enfoque de redes sociales que no solamente sea heterogéneo y dinámico (cf. Vedres & Stark 2010), sino también abierto a la formación recursiva de nuevos tipos de entidades.RM

 

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Sobre el autor

José Ossandón es profesor asistente del Departamento de Organización, Escuela de Negocios de Copenhague, Dinamarca e Investigador Asociado del ICSO, Universidad Diego Portales, Chile. PhD en Estudios Culturales por la Universidad Goldsmith de Londres, Reino Unido. Entre sus áreas de especialización se encuentran: Antropología y sociología de los mercados, Estudios Sociales de las Finanzas, Teoría social y cultural contemporánea. Entre sus últimas publicaciones se destacan: Reassembling and Cut­ting the Social with Health Insurance (2014), Sowing Consumers in the Garden of Mass Retailing in Chile (2014), [coeditor junto a E. Tironi] Adaptación: La empresa chilena después de Friedman (Ediciones Universidad Diego Portales, 2013).

 

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Recibido: Diciembre 2013

Aceptado: Marzo 2014