El dolor ha sido uan constante compañía del ser humano desde el comienzo de la evolución.
Las derivaciones judeo-cristianas de la teología sugieren que el hombre y la mujer pierden la gracia divina en el momento de la expulsión del paraíso (Gén.3, 1-24). De ahí en adelante, deberán sufrir la experiencia del "mundo material", añorando el paraíso perdido por obra del pecado original.
El ser humano, expulsado del paraíso e impulsado por su afán de individualización, se condena a vagar por las constelaciones - tránsito ineludible entre el cielo y la tierra - en una búsqueda constante de hitos y señales que guíen su evoluir consciente.